sábado, 24 de agosto de 2019

El maquillaje

 El Maquillaje
El maquillaje es la práctica de decorar la piel y otras partes visibles del cuerpo para resaltarlas. ​También se define como maquillaje todo producto usado para decorar o arreglar rasgos faciales o corporales de una persona; este se compone de diversos elementos con funciones determinadas para cada parte (ojos, labios, cejas, pestañas, Entre Otros) ​ Recibe su nombre en honor a Venus, la diosa romana del amor.
En las artes se emplea también para corregir las distorsiones producidas por la iluminación o para caracterizar a un actor o actriz como un personaje teatral específico.
Por extensión, el término designa también los cosméticos que se emplean para esta práctica, tales como los lápices de labios y sombras de ojos. También se usa para ocultar algunas heridas u otros problemas en la piel. 
Elementos usados
Para el uso del maquillaje son necesarios diferentes instrumentos. Entre ellos se encuentran:
  • Humectante para el rostro, que te ayuda a quitar el exceso de grasa en la cara.
  • Prebase para el rostro, ayuda a fijar mejor el maquillaje y hace posible que el maquillaje dure durante todo el día.
  • Corrector, disimula las ojeras e imperfecciones.
  • Base, las cuales hay tanto en polvos como en líquido.
  • Una brocha o esponja para aplicar todos los productos.
  • Polvos, incluidos los coloretes, bronceadores y/o Polvos translúcidos.
  • Sombra de ojos y eyeliner o delineador de ojos; y máscara de pestañas.
  • Gloss o lápiz labial (pintalabios).
  • Delineador de labios.
  • Rizador de pestañas.
  • Cepillo de cejas.
  • Lápices para colorear las cejas.
  • Pinzas de depilar.
  • Bastoncillos de algodón.

Historia

Tal y como se deriva de la observación de grupos sociales con una mínima tecnificación (los aborígenes australianos, los bosquimanos surafricanos o los yanomamis de las selvas venezolanas), el maquillaje parece haber estado presente en las relaciones humanas desde la prehistoria.
Los primeros pigmentos aplicados en la piel seguramente tuvieron la misma utilidad que las máscaras, es decir, sirvieron para adoptar ciertas personalidades en ritos propiciatorios o iniciáticos.
A ese carácter mágico fue añadiéndose un deseo de belleza que también parece ligado a la personalidad humana desde tiempos remotos. Pinturas de origen vegetal y mineral fueron empleadas para teñir determinadas zonas del rostro, resaltando la feminidad o masculinidad, el status social o el papel desempeñado en determinadas ceremonias.
Los hombres y mujeres de la civilización egipcia fueron conocidos por su refinado uso de los cosméticos, puesto en evidencia en las diversas muestras de su arte, particularmente en los retratos de los faraones que aún se conservan. Como en otras culturas, la henna se empleó para colorear las uñas, a lo que hay que añadir un preparado de antimonio que servía para dibujar el característico perfil azul visible en los párpados de los faraones.
Ese deseo de delinear los párpados también fue habitual en los antiguos reinos de la India, donde las mujeres recurrieron a la alheña para teñir de rojo sus dedos, las plantas de sus pies y determinadas zonas de sus rostros.
Los avances egipcios en el campo de la cosmética tuvieron su prolongación entre los romanos. Este refinamiento de las civilizaciones antiguas contrasta con la extrema seriedad del Medievo cristiano, que limitó de forma extraordinaria los afeites para el embellecimiento artificial.
No ocurría lo mismo en lugares como Japón, donde las mujeres blanqueaban sus rostros, teñían de negro sus dentaduras, depilaban completamente sus cejas y empolvaban sus nucas, en una muestra sofisticada del maquillaje usado entre la jerarquía dominante de aquel país.

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